Escribió el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, que la mayoría de la gente no quiere la libertad realmente, porque la libertad implica responsabilidad, y la mayoría de las personas tienen miedo de la responsabilidad.

La afirmación de Freud nos sirve de preámbulo para un tema que necesitamos poner en la mesa de discusión con miras al proceso electoral que tendrá lugar a comienzos del mes de diciembre, donde elegiremos a 2.459 concejales en todo el país.

Pero para hacer eso, necesitamos determinar quiénes son los más aptos y entonces vale preguntarse: ¿aptos para qué?

Responder esa interrogante requiere recordar que concejales son aquellas personas electas por votos secreto y directo, para asumir la responsabilidad de la construcción del marco jurídico más cercano a los ciudadanos y ciudadanas.

El vocablo proviene del latín concilium que significa asamblea o lugar para enfrentar las ideas y tomar decisiones que involucran la vida de las personas de cada comunidad. En este sentido, el mayor compromiso de una o un concejal es con la gente, integrar el entorno social al cual pertenece el referido concejo municipal.

Ellos y ellas deben atender directamente a sus conciudadanos, conocer su problemática y actuar en consonancia para generar leyes, acuerdos y resoluciones para el mayor bienestar de los habitantes de cada municipio.

Igualmente, esta figura representativa, tiene la obligación de mantener una relación directa con el alcalde, quien es el administrador del erario público para de esa manera trabajar mancomunadamente por el bien de todos, sin distingos de raza, credo, situación económica, pensamiento político ni decisión sexual.

Una buena o un buen concejal es aquel que antepone los intereses de la mayoría por sobre los propios.  Es un hombre o una mujer que aprende a meterse en los zapatos de otros, para entender sus necesidades y legislar para promover una sociedad participativa, corresponsable y protagónica.

Realmente los y las concejales necesitan tener dos características importantes: por una parte, la sensibilidad suficiente y comprobada para asumir los problemas ajenos como suyos.  Pero además debe poseer el conocimiento de la construcción del texto jurídico y la sabiduría para darle forma, corregir e innovar las leyes de cada municipio, partiendo de cada realidad concreta, pues es diferente legislar en la zona fronteriza apureña que en cualquiera de los municipios de la zona litoral central del país.

La persona dispuesta a asumir la responsabilidad en cuanto a la legislación local, debe tener corazón y conocimientos, lógica y manejo jurídico, vocación de servicio y voluntad para trabajar con la gente, desde la gente y por la gente.

Ninguna fuerza social debe ser para un o una concejal más importante que otra.

No se trata de que los votantes le vayan a entregar un poder ilimitado, ni una patente de corso. Todo lo contrario, cada una de esas personas que vamos a elegir el próximo 9 de diciembre para integrar los concejos municipales, deben ser solventes moral y económicamente. Necesitan una mirada equilibrada, justa y honesta para que puedan fortalecer las leyes desde la realidad humana de cada municipio.

Son los rostros que conocemos, los mismos que se han destacado por su vocación de servicio y se han preparado dentro de una doble visión (jurídico/humanista) para garantizar el éxito de su misión. Su compromiso implica ir más allá del compadre, compinche, del que puede armar un guiso, del tipo del partido cuyo único valor es ostentar un carnet.

Para conquistar definitivamente nuestro luminoso mañana, los mirandinos requerimos de mujeres y hombres que conozcan cada una de nuestras realidades, tengan la humildad para ser agradecidos, y claridad en que su misión es servir y no ser servidos. Esos serán los más aptos para ocupar las curules municipales.