En contraposición a la frase “lo que no es nuestro, hagámoslo fiesta” surge un concepto que parte de las nociones bíblicas, y se afianza en Venezuela, con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela: la corresponsabilidad.

Eso significa compartir la responsabilidad: las tareas y los esfuerzos en favor del bien común, del bienestar de todos. Ahora bien, de esto  surge una interrogante central ¿en cuáles momentos y espacios nos compete ser corresponsables? La respuesta está en nuestra decisión y en nuestra acción.

Empecemos por el hogar. La familia, los hijos, los padres, la pareja, conformamos un microuniverso. Es como un sistema planetario, todo está engranado y cada astro depende de las fuerzas de gravedad de los otros. Si hay un desequilibrio, todos se afectan. Lo mismo sucede en el hogar, cada uno de los padres deben velar por el bienestar de los hijos, pero a su vez los hijos deben acompañar a sus progenitores, a sus abuelos y tíos.  Cada mueble, cada pared, cada bien que hay en casa es patrimonio de la familia, y todos deben cuidarlo porque si se daña algo todos van a sufrir las consecuencias.

Lo mismo podría decirse de la comunidad donde está la casa familiar. Allí cada calle, cada poste, la plaza o la cancha, es de todos. Su cuidado es garantía para el disfrute de la comunidad y, por supuesto, de nuestra propia familia. Por el hecho de no haber pagado por ello directamente podemos deteriorarlo. El ascensor nos sirve a todos, el estacionamiento es para garantizar seguridad para nuestro vehículo, y las aceras deben estar limpias y en perfecto estado para que nosotros y los nuestros puedan caminar por ellas sin tropiezos, se trata de disfrutar de una verdadera calidad de vida.

Ampliamos el rango y nos encontramos con las calles y las instalaciones públicas y privadas, con los transportes colectivos, con las áreas de recreación, con las zonas de servicio. Calles y autopistas, hospitales y escuelas, centros comerciales y empresas, son parte de nuestra existencia misma. Su limpieza, pulcritud, depende de todos, porque son una extensión de nuestra propia casa. Porque todo el estado Miranda es nuestra morada, porque los transportes nos llevan y traen, porque esas escuelas albergan a nuestros hijos e hijas gran parte del día.

Y justamente en eso consiste la corresponsabilidad, en hacernos todos responsables  de nuestros espacios y bienes, en mantener los servicios en perfectas condiciones.

Arrojar desperdicios en los espacios públicos, dañar los bienes del Estado, incluso aprovecharse de cualquier bien ajeno, más a la corta que a la larga, se nos devolverá como un bumerang en nuestra contra.

La mejor manifestación del “egoísmo positivo” es aquella por la cual todos nos sentimos responsables de “todos y todo” lo que nos rodea. Ése es nuestro patrimonio, nuestro vecino es nuestra familia, y juntos podemos colaborar en la construcción de un espacio de vida de calidad.

La internalización de la noción de corresponsabilidad nos permitirá garantizar un mañana brillante, porque sabemos respetar y hacer respetar lo nuestro. Edificar una sociedad feliz es el desafío.