Normalmente, cuando uno va por una carretera larga y hace calor, a la distancia se generan falsas imágenes, especies de lagos o charcos que en realidad no existen. Sólo es una información aparente que puede llevarnos a actuar, frenar o disminuir la velocidad, e incluso podría obligarnos a realizar un cambio de dirección.

En los últimos días, el Gobierno nacional ha decidido responder a las solicitudes de muchos conciudadanos que meses atrás decidieron migrar, salir del país en busca de otras alternativas de vida. Algunos de ellos salieron a causa de espejismos que han sido construidos principalmente por medios irresponsables y por actores políticos sin ningún apego por nuestra patria.

Los venezolanos nunca hemos sido dados a dejar la patria para radicarnos en otros países. Tenemos grandes apegos a nuestras comunidades, nuestras familias, nuestra identidad. Pero sí ha sido característico de nuestro pueblo la apertura a favor de acoger a personas provenientes de cualquier parte del planeta, sin distinciones, sin discriminaciones. El que llega a Venezuela es tomado como un hermano, como una hermana, y tiene las mismas oportunidades que cualquiera de nosotros.

En el siglo XVII, nuestra primera gran migración fue obligada: miles de africanos fueron traídos encadenados como esclavos. Sin embargo, las guerras, primero de independencia y luego las civiles, no resultó un tiempo propicio para migrar hacia nuestro territorio.

Tampoco durante los más de veinte años de la dictadura gomecista, el país se vió interesante como punto de llegada. Y fue apenas en el gobierno de Eleazar López Contreras, cuando Alberto Adriani y Arturo Uslar Pietri promueven la necesidad de, por un lado “blanquear” la población, lo cual habla de una visión racista en sus intenciones, y por otra la urgencia de traer personas especializadas en oficios con los que no contaba el país. Para ese momento, se promulga la Ley de Inmigración y Colonización.

Las dos guerras mundiales crearon el marco para generar un gran desplazamiento humano hacia nuestro país. Llegaron ebanistas, sastres, electricistas, albañiles, plomeros. Para ese tiempo no teníamos escuelas de artes y oficios.

El censo de 1961 habla de un millón de europeos radicados entre Caracas y Valencia. Durante los años 60-70, y aún en nuestra época, los conflictos políticos en la vecina Colombia obligan a sus ciudadanos a desplazarse, y millones vienen a Venezuela, se radican aquí. También las dictaduras en el Cono Sur nos trajeron oleadas de argentinos, uruguayos, brasileros y chilenos. Todos fueron y siguen siendo recibidos con los brazos abiertos como acostumbramos en nuestra tierra.

Más adelante, Venezuela también se convierte en el destino de desplazados de las guerras en el Medio Oriente. Sirios, libios, musulmanes, junto con caribeños, se radican en nuestro país.

En la última década, como parte de una política sistemática de agresión, se trabajó para destacar éxitos de emigrantes venezolanos fuera de nuestras fronteras. Fue un trabajo intenso que caminó conjuntamente con la incentivación del egoísmo y del desprecio por lo nuestro. Llegado el momento, se hace estallar la posibilidad de migrar.

A medida en que se agudizaba la crisis económica provocada por un sector antidemocrático y caprichoso de la derecha, por quienes pretenden ahogar al pueblo para alcanzar el poder, y por nuestras propias ineficiencias, se agudizaba aquel espejismo en el que lo foráneo parecía más prometedor y esperanzador que la propia patria. Los medios manipulando, algunas personas creyendo cuentos, y otros sacando provecho de la inmensa capacidad de nuestra gente, porque, hay que decirlo, en la región somos de los profesionales más calificados gracias a un sistema educativo público que resurgió por el Presidente Chávez, y que ofrece oportunidades y condiciones extraordinarias de estudio a todos y todas por igual.

Lo medios muestran al mundo una supuesta crisis humanitaria y se sostienen en imágenes de desplazados, que de acuerdo a sus reportes, viajan por cualquier medio y vía para escapar de la supuesta catástrofe que se vive en nuestro país. Han caído en la irresponsabilidad de denominar este fenómeno como “diáspora”, a sabiendas de que el término no aplica en nuetras circunstancias.

Muchas de las personas que partieron eran hijos o nietos de aquellos inmigrantes que llegaron entre los años 50 y 90, vendieron sus propiedades, sus vehículos, sus hogares y hasta su dignidad en la búsqueda de una alternativa principalmente económica. Luego de haber enfrentado la dura realidad en aquellos países que políticos irresponsables y medios vendieron como paraísos, y que resultaron paraísos pero de la xenofobia, de la esclavitud, el racismo y la violencia, sintieron la necesidad de volver a su origen, a su tierra, a su Venezuela.

El gobierno venezolano siempre ha tenido los brazos abiertos para recibir a los hijos de Bolívar, el programa Vuelta a la Patria es muestra de ello. El mismo Presidente de la República en varias oportunidades ha exigido respeto para sus compatriotas venezolanos ante la ofensiva actuación de comunidades fascistas que han querido humillarlos y maltratarlos solo por residir en sus países. No es mentira que en países como Panamá se maltrate a los niños venezolanos en las escuelas solo por tener un gran rendimiento escolar, o que se baje de los autobuses sin causa alguna, en medio de la noche, a nuestros hermanos luego de trabajar jornadas laborales esclavistas, solo por la xenofobia de los cuerpos de seguridad. No es mentira que muchos se han ido con la expectativa de ahorrar para enviar un boleto a su familiar más cercano y esto se ha hecho imposible porque no le resta dinero alguno. No es mentira que muchos han caído en la operación mediática que muestra como fín primordial de la vida humana observar supermercados abastecidos aunque no puedan adquirir los productos exhibidos.

Ante esto, el Presidente Nicolás Maduro ha reconocido que enfrentamos un problema como sociedad, enfrentamos un problema que afecta principalmente a nuestras familias, a nuestra cultura, a nuestra identidad como venezolanos y venezolanas. Estamos atravesando una carretera llena de espejismos que aunque hicieron perder el rumbo a muchos, han comenzado a ser entendidos en su justa dimensión, la dimensión del engaño, de la mentira, de la publicidad engañosa.

Fueron espejismos, engaños, los que llevaron a algunos de nuestros cercanos a salir de su patria, a separarse de sus hijos, a dejar a un lado a sus padres, a poner en segundo plano su vocación para vender su mano de obra al menor postor.

Cuando en nuestro hogar hay dificultades no abandonamos todo y echamos fuego a la casa, así no somos los venezolanos. Los venezolanos somos mucho más, somos grandes, sabemos sobreponernos y lo hacemos juntos, sin dejar a nadie atrás, sin desamparar a nuestra gente. Somos rebeldes con causa, inteligentes, preparados, jamás hemos maltratado a un hermano del mundo porque sabemos ser gente de bien, tenemos sangre de libertadores y de indios luchadores, así que las tristezas, la desdicha de uno de los nuestros, independientemente de que creamos o no que es el resultado de su propia decisión, debe dolernos a todos.

Insistimos en la necesidad de justicia y equidad de aceptar al hijo pródigo, al que quiere regresar a construir un futuro colectivo. Dentro de la reconstrucción económica, de la edificación de la cultura de paz, y la certeza de que este gobierno hace lo que dice, la confianza ha renacido. Tenemos cientos de oportunidades, tenemos la bendición de haber nacido en este maravilloso y único país, donde todos cabemos, juntos podremos derrotar los espejismos y erigir realidades sólidas de gran bienestar colectivo.