El presidente Maduro, ante el Congreso de la Juventud del PSUV, estableció una necesidad urgente: la creación de una escuela de formación ideológica.

Decía el Che que un verdadero luchador social o dirigente político, debe reclamar los intereses de un colectivo; no utilizar al colectivo como escalera para fines particulares; y para lograr esa conciencia no es suficiente militar en un movimiento político. Urge implicarse en el sueño, en unos objetivos que normalmente nos trasciende como personas y nos implican como comunidades.

El brasilero Frei Betto señalaba en una entrevista que una de las principales causas de los retrocesos en gobiernos progresistas en América Latina ha sido el descuido en la formación ideológica de cada una de sus sociedades. En relación con esa afirmación vale preguntarse, cuando hablamos de formación ideológica, realmente ¿de qué estamos hablando?, bueno, estamos hablando de cómo debemos ver y entender el mundo, sus relaciones económicas, políticas, sociales y culturales.

Por ejemplo, hablemos de educación. Dentro del sistema capitalista, donde los derechos dejan de serlo y pasan a ser negocios rentables para generar riqueza a unos pocos, la educación es considerada un intercambio comercial, los que pueden pagar la obtienen, las mayorías que no pueden hacerlo quedan excluidas del privilegio.

En contraposición, desde una visión socialista, la educación es un derecho humano que debe garantizarse con calidad y equidad. La educación no puede ser un privilegio exclusivo para las clases dominantes, sino un derecho fundamental de cada ciudadana y ciudadano.

Dos visiones radicalmente opuestas. Y para verlas, entenderlas, y sobre todo defenderlas, se requiere una claridad absoluta respecto a los modelos de sociedad y respecto a la realidad global y local.

Como el ejemplo previo se podría tomar cualquier otro: una persona en la recepción de una institución pública ¿es una llave de control o es el rostro humano de la institución? Si es la llave de control, el cargo se presta para convertirse en filtro, y eso conlleva poder y, potencialmente, puede ser una instancia de corrupción.

Un dirigente social o político debe ser un servidor público, alguien que está dispuesto a anteponer el bienestar colectivo al suyo propio.

Para ello es necesario construir un proceso de formación continua, de redireccionamiento y de información constante, de reforzamiento de la visión de futuro de un camino político, de ideas pensadas y soñadas para lograr el mayor bienestar de toda la sociedad y de cada uno de sus miembros, con justicia y equidad.

Eso significa que cada una y cada uno de nuestras mujeres y hombres deben tener información suficiente, las ideas claras y una formación que nos lleve a la honestidad, el trabajo, a la entrega, que nos fortalezca en la capacidad para edificar un pensamiento complejo y en el compromiso vital de hacer uso de nuestras habilidades y potencialidades para servir a los demás.

Por eso se plantea una escuela ideológica socialista, protagónica, participativa que nos permita construir un mañana luminoso, brillante, con generaciones de relevo y mecanismos para reducir al máximo los vicios y alejar de una vez y para siempre los antivalores que durante siglos promocionaron el egoísmo, el canibalismo como forma de superación.