Imposible calificar como casualidad que en mayo de 1886 tres diarios estadounidense, The New York Times, The Indianapolis Journal y The Philadelphia Telegram calificaron de truhanes y demagogos, o de tarántula universal, a los líderes sindicales que llevaron a las industrias de Chicago, Estados Unidos, a una huelga general realizada para respaldar la exigencia obrera de una jornada laboral de sólo ocho horas diarias, un sueldo digno para las mujeres, y la no explotación de menores en las fábricas.

Obviamente, los medios estaban a favor de los grandes capitanes de la industria estadounidense, y no podían permitir que cundiera un “mal ejemplo” entre la clase obrera.

Esa huelga obrera fue respondida por una masacre generada por cuerpos armados el 4 mayo. Luego de estos eventos se produjo un hecho aun más esclarecedor en cuanto a la relación patrono-obrero: tres hombres fueron condenados a la cárcel (dos de ellos a prisión perpetua), en tanto otros cuatro fueron condenados a la muerte. No resultó casual que los asesinados por el sistema de justicia fueran tres periodistas y un tipógrafo.

Para ese momento el escritor y líder cubano, José Martí, era corresponsal del diario La Nación de Buenos Aires, y en ese medio plasmó la crónica de aquel ahorcamiento. Esos trabajadores de la prensa fueron silenciados, asesinados, por enfrentar, con la muy poderosa arma de la palabra, a los amos empresariales que les negaban la justicia social a los obreros de sus fábricas.

Desde aquel momento han pasado 123 años. En su crónica, Martí dejó sentado para la historia el grito de uno de los ajusticiados, el alemán August Spies, cuyo alegato sigue resonando: la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora.

Actualmente en casi todos los países del mundo, menos Estados Unidos y Canadá, se conmemora cada 1 de mayo en recuerdo de esa injusticia el Día del Trabajador. Los movimientos laborales enarbolan banderas de reivindicaciones y exigencias contra patrones y gobiernos. Sin embargo, hoy día, en Venezuela, la cosa es diferente.

Quizás esto es algo que poco se resalta, porque como en revolución lo extraordinario se ha vuelto cotidiano, aquí los días de las luchas por la justicia social quedaron atrás frente a un Estado obrerista que ya no requiere de una “Tripartita” -Gobierno de turno, empresarios y representantes sindicales- para calmar la rabia de las masas explotadas.

El hecho es que en estas casi dos décadas, los gobiernos chavistas abandonaron esa práctica de arreglo entre sectores que permanentemente traicionaban a los trabajadores y sólo favorecían los bolsillos de las élites tanto empresariales como sindicaleras.

Ahora se trabaja con la gente, se conversa, porque el diálogo inclusivo dejó de ser promesa para ser una política real. Se hacen ajustes nacionales, se diseñan políticas para la redistribución de la renta pública en forma de alimentos, medicinas y servicios subsidiados, aún en circunstancias difíciles como la que vivimos por las agresiones y el bloqueo.

Como respuesta nos encontramos con una fidelidad, con una lealtad a toda prueba. Aquí quienes formamos la mayoría estamos claros, por ello ante un nuevo intento de golpe de Estado, esta vez no esperamos los dos días de abril del 2002. La respuesta de quienes creemos y construimos este proceso de justicia social, se produjo en minutos, poniendo otra vez el pecho como escudo y nuestra Carta Magna como guía.

Nunca más vamos a permitir que una minoría se imponga por la fuerza, nunca más vamos a transigir que los medios pertenecientes a los grupos de poder nos engañen. Y siempre vamos a respaldar a los comunicadores que se esfuerzan por darnos la información veraz y oportuna para tomar decisiones como un solo cuerpo. Se trata de una lucha por la vida, por la Patria, por la equidad y la justicia. En resumidas cuentas, por el Amor.

La guerra no ha terminado. Esta fue otra batalla que ganamos, pero debemos estar conscientes de que la agresión continúa. Por ello, nos comprometemos a diario: mejoramos nuestra articulación social a través de nuestras organizaciones comunitarias, de los partidos, de los movimientos y colectivos, de los medios alternativos y la milicia popular. El llamado de este fin de semana denominado Jornada Nacional de Diálogo, Acción y Propuestas Concretas justamente responde a esta premisa democrática de participación, de escuchar la crítica constructiva y accionar un cambio ante nuestra nueva realidad, una realidad determinada por el bloqueo económico y político del que somos victimas. Alcanzar una retribución justa, para que cada uno de nosotros, con nuestra familia, tengamos lo necesario, vivamos con dignidad, amerita replantearse formas, modelos, amerita cambios que se ajusten al momento histórico que vivimos.

No olvidemos la máxima maoísta que una y otra vez nos recordaba el comandante Chávez: Cada quien de acuerdo con su capacidad, y a cada quien de acuerdo con su necesidad. Estamos evolucionando, eso significa que deben cambiar los sentidos, los conceptos, la comprensión de la vida, y obviamente los acuerdos nacionales construidos sobre nuestra carta de ruta, nuestro mapa de viaje, nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Nuestro futuro cercano puede y debe ser luminoso. Somos la esperanza del mundo.