La conciencia del pueblo es el combustible fundamental para alcanzar una revolución victoriosa” dijo el comandante Chávez en el 2006, en Tiwanaku,  Bolivia. Esta afirmación del Comandante vino a mi mente cuando inspeccionaba la construcción de una escuela para 350 muchachos y muchachas en el municipio Tomás Lander, en Betania II, una de las 23 que deben estar listas para septiembre.

Mientras conversaba con los trabajadores de manos callosas que se afanaban haciendo el friso de lo que será una siembra del primero de todos los poderes, después del poder de Dios, el conocimiento, como nos repetía sin cesar Chávez,  se reiteró la certeza de que esa conciencia, ese combustible, muestra sus frutos. Aún lloviendo, tronando y relampagueando, nosotros permanecemos firmes, ante una de las guerras más cruentas y crueles que haya vivido nuestra patria.

Como un colectivo, mujeres y hombres, adultos y jóvenes, demostramos que aquí no se juega, que pa’lante es pa’llá y que aquí nadie se amilana. Como un colectivo, como equipo, damos respuesta. Demostramos que esta revolución tiene una base firme, impenetrable, blindada. Somos más de seis millones que no estamos dispuestos a bajar la guardia. Seis millones indoblegables que desde hace dos décadas, soñamos y construimos, día a día, batalla a batalla, la sociedad socialista que aspiramos para nosotros, y especialmente para las generaciones venideras.

La escuela y la patria nos necesitan. Ambas son para nosotros, para nuestros  hijos, nuestros nietos. Por lo tanto, la vigilancia, el cuido, la seguridad, la garantía de su permanencia, recae sobre cada uno de nosotros. Todos somos responsables, todos debemos organizarnos, sumarnos, para garantizar su permanencia. Esta nueva escuela es un logro colectivo como lo fue el triunfo de hace una semana   cuando un pueblo consciente y combatiente demostró que cree en la paz para garantizar el mañana.

Somos el mejor muro de contención para frenar la violencia. Si juntos somos capaces de exorcizar a los demonios del capitalismo, también somos el dique para frenar la especulación, la injusticia, la corrupción, la violencia física y psicológica que se nos ha venido aplicando.

El poder popular no es una frase más, es una declaración de vida, es la mano visible de una mayoría sólida y en pie de combate. Somos plataforma blindada, somos piedra madre sin resquebrajaduras para erigir un sistema socioeconómico y político de equidad, justicia, corresponsabilidad e igualdad. Somos la sólida conciencia que apunta a un amanecer brillante donde cabemos todos.