“Creemos que la lucha organizada y consciente emprendida por un pueblo colonizado para restablecer la soberanía de la nación constituye la manifestación más plenamente cultural que existe” afirmaba el caribeño psiquiatra, revolucionario y escritor Frantz Fanon.
Y es que cuando se trata de reafirmar lo que somos, de defender lo nuestro, de anteponer nuestro derecho a que se nos respeten nuestras decisiones, estamos, simplemente reafirmando nuestra esencia histórica.
En las últimas semanas, la decisión de la mayoría de caminar por el sendero electoral para reafirmar nuestra Soberanía ha sido objeto de virulentas descalificaciones por parte de las potencias extranjeras, que aún pretenden considerarnos como sus colonias. Mientras que para la Comunidad Europea “no hay garantías de que el proceso sea impecable”, Estados Unidos y sus voceros hablan de “dictadura”, desconociendo incluso a los opositores que estan participando en la contienda electoral.
Pero la voz de la mayoría se está haciendo escuchar. El domingo pasado, el Consejo Nacional Electoral llamó, como siempre ocurre antes de un proceso electoral, a un simulacro para que pudiéramos conocer, refrescar y actualizarnos con el mecanismo de votación. La respuesta fue impactante. Desde la madrugada, en ciudades y pueblos del país, la gente hizo largas filas, esperó, y hasta pasadas las seis de la tarde, todavía habían ciudadanos en los centros de demostración. En una palabra, la serenidad del indígena, la fortaleza bravía del negro, la decisión inmensa del mestizo habló: queremos un proceso en paz. Exigimos respeto a nuestra Soberanía.
Además de esto, nuestra avalancha ha crecido. En cada estado que visita, kilómetros de multitudes han recibido a nuestro candidato Nicolás Maduro para dejar en claro nuestra opción, nuestra decisión firme y unánime que no se debilita por el sol inclemente, que se mantiene irreductible ante la violenta arremetida de los que utilizan los altos precios de comida y medicina como arma criminal, o el abusivo trato de algunos transportistas que se empeñan en subir casi a diario el costo del pasaje en una especie de harakiri que se les puede revertir a mediano plazo.
En nuestro estado Miranda, ha sido la respuesta cimarrona, el grito de los rebelados, de aquella mujer que un día le dijo al Comandante Eterno “Con Chávez me resteo”.
Mientras más presionen, mientras más amenazas se hacen públicas, mientras más planes de intervenciones militares de las fuerzas aliadas al imperio se dan a conocer, más sólida es la decisión de avanzar sin pausa hacia el 20M cuando los venezolanos con conciencia demostraremos la fuerza imbatible de nuestra decisión.
Y eso es así porque somos un pueblo echado pa’lante, militante del diálogo, pacífico, pero no sumiso, y cada vez más fortalecido por un sueño de justicia, equidad y corresponsabilidad.
El nicaragüense Augusto César Sandino solía decir que la soberanía no se discute, se defiende con las armas en la mano. Para los venezolanos, para nosotros, esas armas están en nuestros textos legales, en nuestras leyes del Poder Popular, en nuestra convicción de que para construir una patria de todos debemos soportar, apechugar duro y fuerte los embates del enemigo sin perder los estribos. Adaptándonos por un lado, mientras encontramos las salidas para mantener a la familia alimentada, la ropa limpia, y la dignidad de trabajar para construir nuestro socialismo a la venezolana.
Cada vez hay más conciencia sobre nuestro derecho a decidir nuestro destino. Cada día comprobamos que juntos somos más. Así se cimenta el camino para concretar el sueño de un futuro luminoso y brillante, pese a los ataques de las élites imperialistas. Para nosotros la Soberanía es nuestra marca cultural, y con profunda dignidad somos un verdadero peligro inusual, un “mal” ejemplo que empieza a cundir en el planeta. Somos irreductiblemente soberanos.