Mayo es el mes de las flores. Tiempo de cosecha de muchas frutas. Momento de luz, encuentros y alegría.
Mayo indica la carga de mangos, y de las sempiternas ciruelas de huesito.
Y para llegar a mayo, es necesario transitar un largo camino: preparar y abonar la tierra, sembrar, cuidar los retoños, con paciencia ir quitando la maleza, regar, disfrutar del anuncio que hacen las flores, hasta por fin tener el fruto, brillante, oloroso, sabroso. Un fruto que es, a su vez, anuncio de nuevos procesos, de crecimiento de la siembra, de buenos augurios.
Y así hemos organizado nuestra acción de vida. Como persona, colectivo, pueblo. Desde hace casi 20 años nos dispusimos a construir un futuro diferente, uno donde cada uno de nosotros tuviera la libertad para soñar, la inteligencia para planificar, la fuerza para construir y el tesón para cimentar lo concretado.
El maestro hindú Jiddu Krishnamurti decía al respecto: Sembrando trigo una vez, cosecharás una vez. Plantando un árbol, cosecharás diez veces. Instruyendo al pueblo, cosecharás cien veces. Y cuando hablamos de pueblo, hablamos de todos nosotros, los que hemos tenido muchas oportunidades y los que no. Todos los que luchamos a diario para poder ver el nuevo amanecer con esperanza de que mañana sea mejor que hoy.
Justamente, para lograr los sueños de los pueblos es necesario traspasar la barrera del individualismo, y movernos hacia una toma de conciencia, hacia un pensar común que nos permita hacernos responsables los unos de los otros.
Un proverbio swahili dice que un barco no avanza si cada uno rema en una dirección diferente. Y cuando se trata de un pueblo entero, no es suficiente un capitán, es necesario que cada tripulante esté claro, consciente, y dispuesto, por voluntad propia, de avanzar en un mismo sentido.
Parafraseando a Julio Mella, fundador del Partido Comunista cubano, cuando se trata de edificar una vida de calidad en colectivo, no queda otra que internalizar aquello de que si avanzo, síganme; si me detengo, empújenme; y si retrocedo, simplemente quítenme del medio para que el resto continúe adelante.
Durante dos décadas hemos ido aumentando nuestro nivel de conciencia, hemos aprendido a remar todos juntos en una misma dirección, y cada vez estamos más claros de que si por alguna causa, uno de nosotros empieza a echar atrás, simplemente, con amor, le dejamos a un lado y seguimos avanzando.
De esta manera, hemos estado formándonos mutuamente, y ahora en este mes de mayo, mes de cosecha, recogeremos los frutos de este aprendizaje, evaluaremos y continuaremos hasta hacer irreversible el proceso.
En medio de un modo de vida donde el capitalismo ha alimentado el egoísmo y el individualismo, el pueblo venezolano, todos nosotros hemos respondido con una fuerza amorosa, decididamente defensora de la paz, y claramente a favor de un mañana brillante, luminoso. Eso nos une, nos convierte en ejemplo para el mundo, y cosecharemos lo sembrado para seguir avanzando indetenibles.