Un año de diferencia, uno de tierra fría otro de zona caliente, una misma época y una misma patria chica: Miranda. Ambos conocieron la luz el primero de febrero.
“Estudiar sus virtudes e imitarlas es el único homenaje que se le puede hacer a un hombre justo como Cecilio Acosta” así lo escribió José Martí, en la Revista Venezolana y eso le valió al héroe cubano la expulsión del país por orden de Guzmán Blanco.
Por su parte, Ezequiel Zamora gritaba “tierras y hombres libres, horror a la oligarquía… Oligarcas temblad, viva la libertad”.
Uno batalló con la pluma, el otro con la espada, ambos con su ejemplo. Los dos dieron muestras de sobra del pundonor, de la valentía, de la capacidad de lucha, y del amor a su tierra.
Quizás se cruzaron, quizás no. Pero una cosa es cierta, las ideas libertarias, incendiarias, de Cecilio Acosta, promoviendo la justicia social en diversas publicaciones nacionales, fueron herramientas, las saetas iniciales con las que Zamora conquistó los corazones y el intelecto de quienes se trasformarían en su soldadesca para combatir a su lado en la Guerra Federal.
Acosta y Zamora fueron mano derecha y mano izquierda en la construcción de la República. Su elevado sentido moral, su creencia en la justicia, y su vida de honestidad fiel a sus convicciones los rubricaron como dos mirandinos ejemplares.
Hoy, los vemos a la distancia y comprendemos la importancia de darle la relevancia que merecen, porque nuestra tierra ha producido y sigue generando espíritus marcados por la dignidad y la equidad, porque el amor a la justicia de Cecilio Acosta está en las venas de las mujeres y hombres que caminan por nuestros tierras en una cruzada por llevar igualdad de derechos a todos, empezando por los más desposeídos.
Y la estrategia zamorana, en el combate cuerpo a cuerpo, se refleja en nuestros campesinos, quienes contra viento y marea, siguen produciendo, organizándose, dando la batalla y alimentando a millones de personas.
La visión inclaudicable de Acosta continúa en el corazón de los empresarios mirandinos patriotas, que no desisten y siguen dando la pelea, invirtiendo, día a día, en pos de un sueño común: el futuro luminoso de nuestro estado.
Y nosotros, el funcionariado que sirve a este pueblo bravío, zamorano y acostense, sabemos que no podemos desmayar. Desde Cúa y desde San Diego de los Altos, esos dos mirandinos nos dieron el ejemplo de lo que significa la honestidad y la virtud ciudadana al servicio de las mayorías.
Hoy les rendimos homenaje a estos hombres, cuyos restos reposan en el Panteón Nacional y cuya vida y enseñanza continúa fulgurante, vibrante, en el espíritu de todos nosotros, conscientes que es sólo con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo creador y guerrero que saldremos adelante en pos de ese futuro cada vez más justo y colectivo.