En una zona rural y remota de Valles del Tuy, alejada del ajetreo ciudadano, del ruido y la contaminación vehicular, se encuentra una escuela muy pequeña, pero acogedora, que atiende a tan solo 72 niños en niveles de educación inicial y primaria, su nombre Concentración Nacional El Negro.
Esta se encuentra ubicada en un bosque frondoso con cientos de árboles a su alrededor, además que colinda con un pequeño río, que da una sensación de frescura en el lugar, a través del sonido que genera el correr de sus aguas. Además, está bañada con numerosos cantos de aves de todo tipo, quienes deambulan de árbol en árbol de ese sector, conocido como El Negro, ubicado en la parroquia Santa Teresa del Tuy, municipio Independencia.
Esta escuela presenta una nueva cara con las mejoras integrales en todas sus instalaciones, ejecutadas por el Gobierno de Miranda y la Alcaldía de Independencia. Los niños, docentes, padres y representantes reflejan su alegría y satisfacción por la obra hecha realidad.
Una de ella es Yusmaira Guzmán, directora encargada de la institución educativa, docente egresada de la Universidad Central de Venezuela, desde hace 14 años, y que una vez graduada comenzó a trabajar sin cesar en esa “escuelita”, como le dice con cariño.
“Desde que me gradué, comencé a trabajar en esta zona rural y no la cambio porque es un lugar distinto, gratificante. Me siento feliz con el contacto con los niños, con el personal, con los representantes, con la comunidad general que nos atiende. Esta escuela está tan aislada de la ciudad que en la zona no existen señales ni cobertura de líneas telefónicas, ni mucho menos Internet, pero eso no es impedimento para impartir los conocimientos a mis niños”, dice.
Yusmaira relata que, a pesar de los obstáculos que se le presentan día a día, lucha para ver la sonrisa de sus niños, circunstancia que le da motivos para comprometerse en ofrecerle el mejor proceso educativo a cada uno de ellos, porque considera que son el futuro de Venezuela.
“Me levanto todos los días a las 4:30 de la mañana para hacerme el desayuno, prepararme e irme a la institución. Vivo en Santa Lucía y trabajo acá en Santa Teresa, ese es un recorrido muy largo. Luego tengo que quedarme en la entrada de El Paraíso y caminar por toda esa vía rústica con mucha vegetación, con sol o con lluvia, como una media hora aproximadamente, hasta llegar a la escuelita rural. Llegó puntual, a las 7 de la mañana, para comenzar la faena con los niños”, expresa con mucha satisfacción.
A las 12 del mediodía termina la jornada académica, por lo que debe caminar, junto a sus compañeras y colegas, por el mismo camino de rocas, piedra y monte, para llegar a la parada y emprender nuevamente el largo recorrido a su hogar.
“No soy madre todavía, pero todos estos niños son como mis hijos. Ellos aprenden de mí y yo aprendo de ellos”, expresa con una cara radiante de felicidad.
Prensa Gobernación de Miranda