Era la semana final de febrero de 2021 los cuatro integrantes de la familia Rebolledo Paredes, residentes del edificio Pacairigua, ubicado en la avenida Francisco de Miranda, municipio Chacao, comenzaron a notar pérdida de los sentidos del gusto y del olfato.

Las alarmas se encendieron al saber que estos síntomas son unos de los principales de la COVID-19, enfermedad que afecta al mundo entero desde hace poco más de un año. 

Jesús Alfonso, de 28 años de edad, ingeniero en telecomunicaciones, dejó de percibir ambos sentidos, pero, a los tres días, logra recuperarlos; su hermano menor, Luís José, de 26, psicólogo de profesión, los padece seguidamente. La preocupación se intensificó, cuando en el transcurso de la semana, el señor Charles, técnico de electrodomésticos con 58 años de edad y padre de ambos, comenzó a padecer malestar corporal similar al de la gripe.

Aunque Nilda Paredes, contadora pública de 62 años, esposa de Charles y madre de Jesús y Luis, no presentaba síntomas, acudió con su compañero el 27 de febrero al liceo Gustavo Herrera, centro donde se realizan las pruebas de diagnóstico del coronavirus denominadas PCR. 

“Yo no presentaba ningún síntoma, pero, en mi condición de diabética e hipertensa, tenía que cuidarme mucho. El primero de marzo, cerca del mediodía, obtuvimos los resultados de la prueba PCR, cuando nos metimos, como a las 5 de la mañana, en la página web del Ministerio de Salud. Yo salí negativa, pero mi esposo resultó positivo. Mis hijos se hicieron la prueba en una clínica muy cercana a nuestra residencia y resultaron negativos. Aproximadamente, a las 12 del mediodía, recibimos una llamada del Centro de Salud, en la cual nos indicaron que, al tener a mi esposo positivo de COVID-19, los cuatro teníamos que ser recluidos en un hotel sanitario, todo por medidas de prevención”, expresa.   

A las 4:30 de la tarde del mismo 1º de marzo, los cuatro integrantes de la familia Rebolledo Paredes ingresaron a un Hotel Sanitario cinco estrellas, ubicado en la misma jurisdicción mirandina.

Nilda relata que, desde la llegada al centro de atención para las personas contagiadas, o las que han tenido algún contacto con los afectados, fue única e inolvidable, espacio donde la amabilidad, el orden y la buena atención fue el común denominador. 

Dos habitaciones muy confortables y aseadas fueron destinadas para el grupo familiar. El señor Charles quedó solo en una de ellas por ser el único con resultado positivo, mientras que en la otra se hospedó Nilda con sus dos hijos. 

“El trato que nos dio todo el personal fue perfecto, las doctoras Andreina y Kimberly son excelentes profesionales. Para el jueves 4 de marzo, nos hicieron una prueba diagnóstica en el mismo hotel y mis dos hijos salieron negativos. Dos días después, el 7 de marzo, nos quedamos recluidos solo mi esposo y yo. Estuvimos uno al lado del otro, en dos habitaciones diferentes, en el mismo piso, cumpliendo con todos los tratamientos y medicamentos que nos daban. Siempre nos hicieron el control diario dos veces al día. La comida la daban tres veces al día por un personal que cumplía con todas las medidas de bioseguridad. Recuerdo que nos tocaban la puerta y con su amabilidad nos atendían con mucho amor. La parte psicológica, juega un papel importante al estar aislados por todo ese tiempo, y que fue solventado con ese espíritu amigable y ameno. Estamos muy satisfechos por el trato que nos dieron en esta dura batalla. El Gobierno nacional y regional han acertado con todas las medidas que han diseñado y llevado adelante; los felicito”, expresa Nilda.

Semanas más tarde, y ya recuperado en su totalidad, el señor Charles cumple con sus jornadas laborales de reparar y restaurar equipos electrodomésticos, todo bajo las medidas de bioseguridad, para llevar el sustento al hogar. 

Prensa Gobernación de Miranda